Investigadores independientes en distintas partes del mundo, como Dane Wigington en EE.UU o Josefina Fraile en España, denuncian estos programas globales clandestinos desde hace décadas. Análisis de suelo y agua han revelado altos niveles de aluminio, bario, estroncio, titanio y otros químicos peligrosos, en ocasiones superiores a 10.000 veces valores normales. Los funcionarios a quienes se les ha pedido una explicación hacen oídos sordos.