El yoduro de plata, equivalente a la bomba atómica

Langmuir


La siembra de nubes, una técnica de intervención artificial del tiempo meteorológico, puede ser una poderosa arma de guerra, de acuerdo con el Premio Nobel de Física Dr. Irving Langmuir. “El efecto de 30 mg de yoduro de plata en condiciones óptimas iguala el de una bomba atómica en términos de energía liberada”, fue su contundente declaración.

El Dr. Langmuir, uno de los creadores, junto a Vincent Schaefer y Bernard Vonnegut, de la técnica de siembra de nubes (cloudseeding), fue citado en una nota titulada “¿No pueden dejar al tiempo en paz?” en la edición del 8 de enero de 1951 del periódico canadiense The Evening Telegram. Según refiere el autor, Langmuir había sugerido al Gobierno de EEUU aprovechar la oportunidad del control del tiempo meteorológico, tal como lo hiciera con la energía atómica cuando Albert Einstein reveló al presidente Roosvelt el potencial de un arma basada en la fisión de átomos.

La intervención artificial del tiempo meteorológico, dijo el Dr. Langmuir, podría producir sequías, aguaceros torrenciales, inmovilizar aeródromos y dejarlos inoperativos, así como paralizar centrales hidroeléctricas. Si bien no lo mencionó, aclara el autor, de lo antedicho se infiere que eso podría significar la aniquilación de comunidades enteras. En el contexto de la posguerra y el comienzo de la Guerra Fría, era de esperar que las insinuaciones de Langmuir no cayeran en saco roto.

“Quien controla el clima, controla el mundo”. Así lo afirmó el entonces vicepresidente y futuro presidente de EE.UU., Lyndon Johnson, en 1962. La siembra de nubes como arma de guerra sería profusamente utilizada en su mandato durante la Guerra de Vietnam, bajo el nombre de “Operación Popeye”. Allí, efectivamente y tal como temía el autor de la nota de The Evening Telegram, se incrementaron artificialmente las precipitaciones para anegar las rutas y privar de suministros a poblaciones enteras de vietnamitas.

Langmuir, Schaefer y Vonnegut conformaron un equipo de trabajo en el Laboratorio de investigación de la General Electric, empresa que evidenciaba un interés prominente en la cuestión. En su página web se menciona el desarrollo, en 1947 y con financiación gubernamental, del Proyecto Cirrus, pionero en la siembra de nubes y comandado por su equipo estrella de investigadores. Su abanico de posibilidades contemplaba no sólo hacer llover, sino también la modificación de tormentas y huracanes, y el control de la niebla en los aeropuertos. Según GE el proyecto fue discontinuado por falta de presupuesto; según otras fuentes, por los daños ocasionados y las amenazas de demandas legales contra el Gobierno. Las promesas de la ingeniería del tiempo meteorológico habían tropezado, como seguirían haciéndolo en décadas subsiguientes, con el impacto de sus enormes costos medioambientales en relación a sus impredecibles resultados.

Fuentes:

Climate Viewer

General Electric

Memorial University of Newfoundland – archivo

Meteored

Investigación, traducción, redacción y diseño:  Movimiento Cielos Limpios Argentina